ArchivAlxuzer nº 3 Don Juan Sáez Hurtado Se cumplen 70 años de la dedicación por parte del pueblo de Aljucer, de la plaza de la Iglesia a su...

Don Juan Sáez Hurtado

ArchivAlxuzer nº 3

Don Juan Sáez Hurtado

Se cumplen 70 años de la dedicación por parte del pueblo de Aljucer, de la plaza de la Iglesia a su querido cura párroco, don Juan Sáez Hurtado, que ha dejado una huella perdurable incluso a quienes no nos alcanza la memoria de sus vivencias.

Juan nació en Alcantarilla en el año 1897. Muy joven es enviado a la escuela de las Hermanas Salesianas de los Sagrados Corazones de Jesús, donde es recibido por Piedad de la Cruz Ortiz Real, que le alentó su vocación de sacerdote. Ordenado en mayo de 1923, ejerció en las parroquias de Molina de Segura, Bormate y La Gineta (Albacete), Beniaján, Alquerías, Lorca (San Cristóbal) y Torreagüera. 

Los aljucereños disfrutamos de su estancia entre los años 1945 y 1950, en el que ejerce su ministerio como cura ecónomo en la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Aquí ayudó a los más necesitados, a las familias arruinadas por la guerra, reorganizó la parroquia y dinamizó la vida religiosa, después de las persecuciones contra el clero. En el pueblo los feligreses le otorgaron el apelativo de "Don Juan el Bueno". 

Puso en marcha la Junta Parroquial que siguió funcionando bastantes años después de la marcha de don Juan. Organizó las cuatro ramas de Acción Católica y las hermandades de Nuestro Padre Jesús, San Juan Evangelista y la Dolorosa, con nuevas tallas, volviendo a salir a la calle el desfile del Viernes de Dolores, dando un gran impulso también a la Asociación de las Hijas de María.

Seguidamente se afrontaron las obras de reparación del templo y del campanario, con su reloj. Entronizó al Sagrado Corazón de Jesús. Se construyó la Casa Parroquial, adosada a la Iglesia y las Escuelas Parroquiales, ya al final de su mandato. Los domingos y fiestas de guardar oficiaba hasta cuatro misas, con el permiso del Obispo; la primera al alba, seguidamente a las ocho de la mañana en la Ermita de Los Alburquerques, a las nueve en Torre Poyo y de nuevo a las diez, Misa Mayor.

Fatigado por llevar una vida austera, solía retirarse por unos días al monasterio de la Luz. Al mismo tiempo servía de capellán de las Hermanas de Cristo Crucificado en el convento de Villa Pilar, donde después muchas monjas testificaron en su proceso de beatificación.

Trasladado a Beniaján como administrador de su parroquia, a las pocas semanas, el 17 de diciembre de 1950, nuestro pueblo le dedicó una plaza, con el descubrimiento de una placa en la fachada del templo. Es nuestra plaza de la Iglesia que aún hoy sigue denominándose "Plaza Presbítero Juan Sáez Hurtado". Además de descubrió otra placa más grande en agradecimiento de cuanto de él habían recibido los aljucereños. Años después y durante otra restauración del templo, en una de sus pechinas, se puso su retrato, simbolizando a San Juan Evangelista, discípulo predilecto del Señor.

Ejerció también por último en Abarán (San Pablo) entre 1955 y 1972, ya con la salud deteriorada, dedicándose como sacristán en la Catedral de Murcia. Ingresado en el hospital de la Arrixaca, le sorprendió la muerte y con gran tristeza amaneció Aljucer un día de agosto de 1982 al saberse la noticia del fallecimiento de don Juan. Su funeral se celebró en Alcantarilla con la asistencia de varios miles de fieles. A los pocos años, en mayo de 1993, comenzaba su proceso de beatificación y canonización, siendo declarado Siervo de Dios en enero de 2017.

Nuestro escritor local José Mateo Carnicer le dedicó un libro en 1996 titulado "D. Juan Sáez Hurtado (Don Juan El Bueno)". Parte de este reportaje le ha servido como fuente este libro, junto a la Wikipedia de internet. También fue objeto de estudio por el maestro Jesús Gil Moreno que publicó en 1993 otro libro, "Don Juan Sáez Hurtado. Apunte biográfico de un sacerdote ejemplar".

En las diversas tareas pastorales que le fueron confiadas, las ejerció de manera ejemplar y gozó de una reputación de santidad. Los feligreses de Aljucer dicen estar orgullosos de haberlo contado entre sus sacerdotes.


Félix Martínez Martínez

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